viernes, 22 de agosto de 2008

Entrando en "El Tunel"

Desde que leí Luisa y Cristobal del venezolando Gustavo Tarre Briceño tuve la curiosidad (por no decir necesidad) de leer El túnel de Ernesto Sábato ¿De qué trataría ese libro? ¿A qué túnel se refiere?

Con este blog nunca he pretendido ser portadora de la verdad ni saber todos los ángulos que toca una obra. Simplemente intento dar mis opiniones e interpretaciones para así con la reflexión y tú ayuda, poder acercarme a lo que es correcto. Y me resulta más difícil cuando hablamos de un clásico como el tratado aquí. Pero haré el intento.
A pesar de no ser la “obra maestra” de Sábato (por lo que investigué es “Sobre Hombres y tumbas”), pienso que esta primera novela del autor nos permite acercarnos al universo del argentino. Un mundo donde la soledad, la incomunicación, la fatalidad y cierta paranoia, envuelven a los personajes.

En este caso el pintor Juan Pablo Castel es quien nos guía por este túnel. A través de sus cuadros trata de comunicarse con el mundo. Pues parece estar aislado totalmente de él gracias a su percepción de la vida. Un día por fin encuentra a alguien con la que parece tener cierta conexión. María Iribarne.

Así el artista comienza a tener una relación con esta mujer. Pero su mente calculadora y hasta celópata no le permite tranquilidad. Aquí podemos ver una cierta relación con la carrera que el autor culminó en su juventud. Se graduó de físico. Pero al continuar sus estudios en París se dio cuenta que no podía ver todo según las reglas científicas y se dedicó a la litetura.
Evidencia que la manera de entender su alrededor de manera cronometrada y científica no permite a Castel compenetrarse con María (o con ningún ser humano). Esta paranoia llega al límite de hacerlo matar a la “única persona que lo comprendía”. Realmente la figura de Iribarne nos deja entender que nunca podrá llegar a comunicarse con nadie.

La edición de este libro que leí (que no tiene editorial, ni año, ni nada) propone que María representa la verdad, la realidad. Esa realidad de la que el propio protagonista se ha alejado, sumergiéndose en un túnel que lo oprime cada vez más. Así esa esperanza que tuvo en un principio de poder conectarse de alguna manera con lo que pasa en el mundo normal lo aleja definitivamente del mismo.
Sábato intenta demostrar la naturaleza aislada del ser humano. La soledad en la que vive constantemente ocasionada por la incomunicación. Mi libro cita una parte de la última novela que escribió, “Abddon, el exterminador”:

“… Alguien para quien el universo es horrible o trágicamente transitorio e
imperfecto. Porque no hay una felicidad absoluta, pensaba. Apenas se nos da en
fugaces y frágiles momentos, y el arte es una manera de eternizar (o querer
eternizar) esos instantes de amor o de éxtasis; y porque todas nuestras
esperanzas se convierten tarde o temprano en torpes realidades; porque todos
somos frustrados de alguna manera por ser la frustración el inevitables destino
de todo ser que ha nacido para morir; y porque todos estamos solos o terminamos
solos algún día…”


Aquí se evidencia totalmente el carácter fatalista y hasta nihilista de Sábato. El no creer en nada porque al final la muerte nos espera. Nuestra naturaleza está determinada por frustraciones. ¿Un poco fuerte pensar así no?

Pienso que una vez más, este autor se puede contar entre uno de los grandes escritores de la historia, porque analiza la esencia misma del ser humano. En este caso desde un punto de vista más trágico, pero claramente determinado por su contexto social de una argentina de cambios, peronista, de la nueva urbe y de mucha inseguridad.

En realidad, a mí parecer, esa debe ser la finalidad de la literatura, poder explorar a través de un equilibrio entre ficción y la realidad, la naturaleza misma del hombre. Poder problematizar y exagerar situaciones típicas del día a día para poder llegar a entendernos mejor a nosotros mismos y la realidad como tal. Bueno, eso es lo que hacen los grandes escritores…

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