viernes, 30 de mayo de 2008

Una jornada diferente

Un día en la ajetreada vida de un moto taxista nos muestra que su trabajo no es simplemente pasear por Caracas. Tienen que luchar en esa selva de concreto, carros y personas, donde algunas veces no se valora el duro oficio que realizan.

El despertador sonó a la misma hora de todos los días, cinco y media de la mañana. Con pereza Jhoel Cartagena de 25 años se levanta de la cama y se dirige a la pequeña ventana de su cuarto. “Con lluvia no hay trabajo” dijo en voz baja para no despertar a su esposa y sus dos niñas. Lentamente se dirigió a la cama feliz de volver a dormir.

A las ocho de la mañana fue su mujer quien lo levantó “¿Ya dejó de llover?” Preguntó somnoliento todavía. La mujer afirmó con la cabeza y fue a ver como iban las arepas.

Salió del barrio José Félix Rivas y llegó en 10 minutos a la principal de Boleita, a pesar de las colas infernales de ese viernes. Realmente en moto todo es más cerca. En la línea Moto taxi Tiuna Express habían solamente dos personas. La lluvia definitivamente no sirve para este trabajo, pensó Jhoel.

Al instante un joven con el bolso a la espalda le pidió “una carrerita al centro mi pana”. Avisó al encargado y subió a la moto junto a su cliente. “Toma, ponte el casco” le dice Jhoel. El muchacho se rehusó. “Una vez me pararon por la misma gafedad chamo, ponte el casco” repite molesto el moto taxista. Al final se coloca el casco de mala gana y sin decir palabra.

Pasaron rápido entre los carros sin ninguna sorpresa hasta el centro. “Este ya se había montado antes, está muy tranquilo” pensó Cartagena. “Me dejas debajo del Puente Fuerzas Armadas porfa, tengo que comprar un libro” dice el joven. El chofer lo escucha y asiente con la cabeza pero no responde, es tímido y no habla mucho con los clientes.

Llega, le pagan sus 20Bs y se devuelve a la línea. Iba igual que siempre, pensando distraídamente en la playa del día siguiente, se le había olvidado comprar las cervezas, pero se encargaría de eso más tarde. Llegó a la esquina de la principal de Boleíta, y al dar la vuelta en el semáforo ¡PAM! terminó en el piso con moto y todo.

Se levantó inmediatamente y se quitó el casco. Le dolía fuertemente la cabeza, pero no le había pasado nada. Los tres motorizados que estaban cerca se pararon para ver cómo estaba.

“¿Qué carro te tumbó? ¿Huyó el gallina ese?” Dijo uno de los conductores. “No pana, perdí el control ¡Qué sé yo!” Respondió Jhoel molesto consigo mismo. “Ahhh… Yo creía que fue un carro como siempre, por eso me paré, para defender los derechos de los motorizados, porque no nos toman en cuenta. ¡Cuídate entonces!” Dijo otro que era moto taxista también y se fueron.

Volvió a la esquina del Centro Comercial Boleíta donde quedaba la línea. Hizo dos carreritas más al Marqués y la Urbina para luego regresar a almorzar.

Justo al lado quedaban varios puestos de perro calientes. Saludó al que ya era amigo de él en el primer carrito, pidió dos con todo y se puso a revisar su moto. No pasó mucho tiempo cuando llegó una señora “¿Cuánto cobras para Guatire?” Jhoel sorprendido le pidió 60Bs por la carrera y la mujer aceptó. “Se nota que es viernes, la gente tiene rial y no quiere agarrar carrito” se dijo.

La trayectoria hasta el Centro Comercial Buenaventura de la ciudad dormitorio, le tomó parte de la tarde, pero valía la pena por el dinero. Al regresar como a las 3 tuvo algo de tiempo para descansar.

Otra mujer se le acercó, como vestía parecía empresaria, le pidió que la llevara a la torre la Previsora ida y vuelta. Al llegar la señora dijo “Espérame aquí, entrego unos papeles y bajo”. Jhoel sin decir mucho esperó que volviera y sus pensamientos se fueron de nuevo a la playa.

TraficoCaracasVeía como la gente entraba a la torre como hormigas, cada quien metido en sus asuntos. Al pasar una hora y cuarto entendió que la mujer esa no volvería.

“Siempre he dicho que no tengo que hacer carreras ida y vuelta” pensó fuera de sí por haber perdido tiempo valioso de su trabajo. Medio obstinado volvió a Boleita.

No le dio tiempo ni de bajarse de la moto cuando un señor le pidió una carrerita al centro. Sin pensarlo dos veces arrancó con el hombre a la espalda y en media hora estaba de vuelta a la línea.

Ya eran pasadas las cinco y muchos compañeros se habían ido. “Yo voy a esperar otra carrerita” le dijo al encargado quien le respondió “Esta bien vale. Mira ¿Qué te pareció la marcha de la semana pasada?” “Coye estuvo bien. Me gustó que todos los de la línea fueran. De verdad es necesaria esa ley pana, no es todo tan malo.

“¿Eso piensas? Entonces ¿Para qué fuiste a la Asamblea?” “A defender los derechos del motorizado.” – Contestó Jhoel – “Para que sepan que estamos presentes. Pero en la calle hay muchos locos y está bien que se les controle un poco”.

El jefe pareció que iba a replicarle pero llegó una muchacha para que la llevara a la UCV. “Bueno, de aquí a mi casa, nos vemos el lunes.” Se despidió alegremente Cartagena por finalizar el día.

No le tomó más de treinta de minutos en llevar a la joven y, luego de pasar por la licorería, llegó finalmente al barrio José Félix Rivas.

Saludó a su esposa y sus dos hijas. Se quitó los zapatos, la chaqueta y el pantalón negro. Fue directo a ver televisión mientras la noche comenzaba a caer a las seis y media de la tarde en Caracas.

Tumbado en la cama terminaba otro día, otra semana de trabajo. A pesar de que la jornada había sido un poco extraña, todo se le pasó al recodar que tenía 150Bs más en su billetera.

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